Publicado: Guatemala, 13 de septiembre
¿Cómo afectan las decisiones cortoplacistas a la democracia? Jorge Jacobs analiza la reciente propuesta para reformar la Ley Orgánica del Organismo Legislativo en Guatemala. Jacobs explica cómo centrarse en el beneficio inmediato compromete la estabilidad y el funcionamiento a largo plazo del sistema legislativo.
Las consecuencias de las malas decisiones que tomamos en la vida, tarde o temprano, nos alcanzan. Esa es una realidad con la que los miembros del partido Movimiento Semilla (MS) se han topado de narices en repetidas ocasiones en lo que va de su paso por el ejercicio del poder este año. Lamentablemente, creo que no aprendieron la lección y están empecinados en seguir cometiendo los mismos errores.
Me refiero a efectuar cambios en la legislación de manera casuística, pensando solo en el muy corto plazo y en cómo, según ellos, les afecta, sin preocuparse en las consecuencias que tendrán esos cambios en el largo plazo, ni mucho menos buscar mejorar el sistema para todos. El ejemplo más reciente es la iniciativa que presentaron para cambiar la Ley Orgánica del Organismo Legislativo (Lool), con la que quieren eliminar las restricciones al “transfuguismo” que ahora les afectan.
Aunque no se puede argumentar que ellos fueron los artífices de los cambios que ahora repudian, ya que el MS todavía no existía en ese momento, varios de los que ahora son sus miembros más destacados, en su momento apoyaron esas reformas, efectuadas con la dirección y la presión de la Cicig. Además, cuando se intentaron eliminar algunos de esos cambios, se opusieron. Destaca aquí un tuit del diputado Samuel Pérez —candidato en ese momento—, en el que dice que “querer legalizar el transfuguismo es la peor burla a la democracia, es reconocer que los partidos tradicionales no son más que vehículos desechables”.
Pues ahora que ellos son los afectados por esa disposición, no tienen problema en “burlarse de la democracia”. Yo no estuve de acuerdo con varias de las modificaciones que se hicieron en 2016, siendo la de la prohibición del “transfuguismo” una de ellas. Esto porque considero que el efecto de esa prohibición es exactamente el que puso Pérez en el mismo tuit, aunque él aparentemente lo ve en sentido contrario: “La consecuencia es un montón de incapaces en el Congreso que no representan a nadie más que al dueño que los puso en un listado”. Esa es la consecuencia del ostracismo de convertir en diputado de segunda categoría a cualquiera que ose ir en contra de los designios de los “dueños” del partido. La solución a este problema no es prohibir que los diputados se retiren de un partido, sino permitirles a los ciudadanos que puedan votar directamente por sus representantes y no, como se hace ahora, que los ciudadanos estén obligados a votar por un partido.
Adicionalmente, me parece una hipocresía e inconsistencia de parte de los diputados ponentes de la iniciativa decir que “la oportunidad es propicia para sugerir enmiendas que no son necesariamente producto de un estrés coyuntural, sino más bien el resultado de un detenido y cuidadoso examen de lo que, a la luz de una clara conciencia política, es imperativo para fortalecer el orden democrático”, cuando es claro que el objetivo principal de la reforma es “rescatar” a los diputados del MS. Es más, en el párrafo inmediato anterior ellos mismos indican que “en el último año la vida del Congreso de la República ha (sic) severamente menoscabada por la aplicación indebida de normas formalmente inaplicables a los diputados”.
Esta propuesta está diseñada específicamente para que los diputados del MS puedan eludir las restricciones que tienen actualmente debido a la suspensión de su partido. Si la iniciativa se aprueba, podrán conformar un bloque legislativo “independiente”, podrán formar parte de la Junta Directiva y de la Comisión Permanente, y podrán presidir comisiones dentro del Congreso. Como ya indiqué, yo estoy de acuerdo en que no se les debieron haber removido esas atribuciones a los diputados desde un inicio, sin embargo considero que el “chapuz” que quieren aprobar —probablemente, cuando se publique esta columna ya lo hayan hecho— no solo no resuelve el problema de fondo atribuido al “transfuguismo”, sino que lo acrecentará.