Publicado: Guatemala, 24 de octubre del 2024
¿Son las figuras históricas herramientas de control político? Fritz Thomas explica cómo los gobiernos han utilizado figuras y eventos históricos para legitimar y consolidar su poder.
Durante el presente octubre, el gobierno promueve una campaña de propaganda con el lema “1944-2024: Una revolución viva”, con fotografías y nombres de personajes del período de “la primavera democrática” y otros más contemporáneos, acompañado de una serie de eventos culturales y ceremoniales. Su página web informa que “la Revolución de 1944 marcó un punto de partida hacia la modernidad en Guatemala” y que “ocho décadas después”, esta campaña “no solo conmemora el pasado, sino que lo actualiza a los desafíos del presente”.
A lo largo de la historia, gobernantes, particularmente dictaduras populistas y movimientos revolucionarios, han construido y explotado leyendas, mitos y héroes históricos nacionales para legitimarse y consolidar poder. Figuras y eventos extraídos de la historia sirven para asociar el régimen actual con un pasado glorificado; símbolos de continuidad, virtud y destino que son manipulados para alinearlos con las necesidades políticas del presente. Este método de simbolismo político refuerza la identidad del líder o movimiento como heredero y defensor de un glorioso pasado y legítimo sucesor de sus héroes. La creación de mitos nacionales habilita al líder o movimiento a ganar apoyo popular y establecer un sentido de unidad y continuidad histórica.
Un ejemplo puntual es la forma en la que Hugo Chávez usó la figura de Simón Bolívar, el héroe de la independencia venezolana. Bolívar, “el Libertador”, es reconocido en Latinoamérica como un héroe por su papel en la lucha contra el yugo de la corona española. Chávez, un líder populista carismático, cooptó la imagen de Bolívar para elaborar su propia imagen de heroico líder latinoamericano y su narrativa de “resistencia” y “lucha”. Al presentar su propio movimiento político como una continuación de la lucha del Libertador, Chávez se autoidentificó como el heredero ideológico de Bolívar y promovió sus políticas socialistas como parte y reanudación de una gran misión histórica.
Una simbología similar fue empleada por los sandinistas en Nicaragua, que invocaron el legado de Augusto César Sandino, un líder revolucionario nacionalista que se enfrentó a la ocupación militar estadounidense a principios del siglo XX. Al usar el nombre y figura de Sandino, los sandinistas crearon un lazo simbólico entre su propia revolución y la lucha antiimperialista del héroe nacional. Esta asociación les dio credibilidad como campeones de la soberanía nacional y resistencia popular, aun cuando sus proyectos políticos específicos fueran muy diferentes de los de Sandino.
Con el uso de leyendas, mitos y héroes históricos, líderes y movimientos populistas intentan crear un sentido de identidad y continuidad que legitima su poder y proyectos. Al invocar la memoria de personajes venerados, se insertan en el relato histórico de la sociedad. Esta estrategia sirve para para reforzar la imagen del líder o movimiento, para avivar el orgullo nacional e identificar el poder político actual como la parte viva de una gran misión histórica. Estos símbolos históricos se convierten en potentes herramientas para fortalecer su poder y habilitar a los líderes a presentarse como herederos legítimos del destino del país.
La campaña de propaganda “1944-2024: Una revolución viva”, que ha impulsado el gobierno, lleva al pie la frase; “Mis manos abren la tierra para sembrar futuro”. Es bien sabido que lo que se siembra en la tierra es la Semilla. Quizás sea tan solo una campaña conmemorativa; podría tratarse de la reencarnación de héroes mitológicos y el renacimiento de la lucha por el destino histórico.