Publicado: Guatemala, 18 de septiembre del 2024
¿Quién se beneficia de las regulaciones? Wilder Villeda analiza el impacto de las intervenciones estatales en nuestra libertad individual. Villeda explica cómo entre más sectores regula el gobierno, mayor es el bienestar que pierden sus ciudadanos.
Cuando Hayek dijo «mientras más planifica el Estado, más difícil le resulta a los individuos planificar» también estaba diciendo «mientras más gasta el Gobierno, menos puede gastar el individuo». El problema no es la planificación en sí, sino quién la realiza. La planificación puede estar en manos de una persona ―o un grupo de personas― que, presuntuosamente, pretende saber lo que es mejor para los demás; o bien, puede estar en manos de los individuos, que planifican a través de sus elecciones libres y voluntarias en el mercado.
Dado que el Gobierno no produce y su forma de financiarse es a través de los impuestos ―es decir, dinero que extrae de los ciudadanos, quienes son los únicos que producen― y luego lo reparte a «los sectores que lo necesitan», es fácil notar cómo el Gobierno beneficia a algunos, sus amigos, en perjuicio de otros. Es un juego de suma cero: lo que unos reciben es lo que se le quita a otros.
Cuando el Gobierno decide fomentar diferentes sectores de la economía, no hace más que distorsionar las señales del mercado. Si en un momento dado se está produciendo «A», «B» y «C», y el Gobierno propone comenzar a producir «D», «porque D es muy bueno», lo único que logra es desviar recursos de bienes y servicios que sí se valoran a un producto que no se valora en esa sociedad. Como bien lo explicaba Muso Ayau: «Si el producto que se intenta fomentar fuera valorado en la sociedad, ¡ya se estaría produciendo!». Lo que el Gobierno se llevó es el bienestar de sus ciudadanos.
Este tipo de intervención no se limita a la producción de bienes, sino que también afecta otros sectores, como los servicios de transporte. Un ejemplo reciente lo vemos en México, donde se aprobó una ley que prohíbe a Uber, y aplicaciones similares, recoger pasajeros en el aeropuerto. Ahora, los pasajeros deben caminar por lugares inseguros hasta la zona autorizada. No será raro que, debido a esta medida, se incrementen los actos delictivos en ese largo trayecto, lo que afectará a los usuarios. Con esta decisión, lo que el Gobierno se llevó fue el bienestar de los conductores de Uber y de los ciudadanos, o extranjeros, que utilizaban el servicio. Ese bienestar ha sido transferido a los taxistas, quienes cobran tres veces más y ofrecen un servicio precario.
«D» no necesariamente implica obligar a producir, o dejar de producir, un producto en específico. También puede ser que se le agregue una característica obligatoria a «A», «B» o «C», como cuando se impone agregar vitamina A al azúcar, «porque es muy bueno». Con esto, el Gobierno impide la oportunidad de importar azúcar de mejor calidad y, seguramente, a menor precio de países que son más eficientes en su producción. Entonces, «D» también puede ser colocar aranceles a los productos extranjeros «para fomentar la industria nacional». Lo que el Gobierno se lleva es el bienestar de los ciudadanos, quienes habrían accedido a esos productos de manera más sencilla y a un precio menor.
Es sorprendente lo mucho que hemos normalizado las intervenciones del Gobierno en nuestra vida diaria. ¿Cuándo permitimos que un grupo de personas decida por nosotros qué consumir, dónde comprar y qué pensar?
En Guatemala, se pretende aprobar una «ley de competencia» que nos dirá a quién sí podemos comprar y a quién no. No se sorprenda si las empresas que continúan en el mercado son las afines al Gobierno, mientras que aquellas que «violan la ley» son, casualmente, las que no secundan al Gobierno.
No olvide que, cuantos más sectores regula el Gobierno, mayor es el bienestar que pierden sus ciudadanos. Sin mencionar el incremento en la corrupción y la burocracia bajo estos esquemas. Vea la seguridad social (IGSS), el manejo de la basura, el estado de las carreteras y el sistema educativo público; la ineficiencia y la falta de competitividad son abrumadoras.
Lo que el Gobierno se llevó, se está llevando y se llevará, si se lo permitimos, no solo es el dinero de los ciudadanos, sino también sus oportunidades, su libertad y, sobre todo, su capacidad de decidir por sí mismos.