Publicado: Guatemala, 12 de septiembre del 2024
¿Seguiremos siendo testigos silenciosos de la represión en nuestra región? Ramón Parellada reflexiona sobre la represión en Nicaragua, Venezuela y Cuba. Parellada explica la importancia de defender la libertad y los derechos fundamentales frente a los abusos de poder.
Imagine que usted es detenido por salir a protestar contra el gobierno de su país. Su protesta es pacífica, no bloquea las calles, pero sí alza su voz contra ciertas actuaciones ilegítimas de su gobierno. Por ello le condenan a 30 años de prisión. ¿Es esto justo? ¿Es esto algo que deba aceptarse hoy en día? ¿Por qué no se escuchan más condenas contra estas dictaduras, como la de Nicolás Maduro en Venezuela y la de Miguel Díaz-Canel en Cuba? Tres países que están tan cerca de nosotros pero que, durante muchos años, han sido dominados por un grupo que detenta el poder a la fuerza y lo sigue manteniendo a base de fuerza, terror y arbitrariedades.
El dictador Daniel Ortega ha vuelto a liberar a 135 presos políticos. Por mediación de Estados Unidos, muchos de estos prisioneros políticos reciben asilo en su país, y Guatemala se les ha unido. Sin embargo, al salir, inmediatamente quedan sin nacionalidad, ya que el gobierno de Ortega se las revocó. Están apátridas y sin un centavo. Todas sus propiedades han sido confiscadas (robadas) por el gobierno de Nicaragua.
Como si fuera poco, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha cerrado y confiscado los bienes de muchísimas ONG, colegios, universidades y hasta iglesias. Además, muchas de sus propiedades han sido confiscadas o expropiadas. ¿Por qué? Por no estar de acuerdo con el gobierno y alzar su voz contra él. El gobierno de Nicaragua no tolera ninguna clase de crítica ni oposición. En las elecciones pasadas descalificó a varios contendientes y a algún candidato lo apresó. No existe división de poderes en Nicaragua, y el dictador puede hacer todo lo que se le dé la gana, por más disparatado que sea lo que haga, incluyendo la violación de los derechos humanos más fundamentales, como lo son el derecho a la vida, la libertad y la propiedad.
¿Qué será de estas personas que ahora son refugiadas en otros países? Pienso que son personas productivas que pueden crearse un nuevo futuro donde quiera que vayan y aportarán mucho a esos países que los acojan. Es verdad que comenzar de cero a cierta altura de la vida cuesta mucho, pero no es imposible.
En mayo pasado tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de las nuevas oficinas de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Centroamérica. En ese acto se otorgó a Félix Maradiaga, excandidato presidencial en las pasadas elecciones en Nicaragua y gran líder político, el premio Quetzal de la Libertad. Maradiaga fue detenido, torturado psicológicamente y luego liberado con el primer grupo de presos políticos que fue a Estados Unidos. Quedó despojado de su nacionalidad y de sus bienes. Su testimonio es impactante. Desde el exilio sigue defendiendo una Nicaragua libre, donde el respeto a los derechos individuales se haga valer, y donde la libertad de las personas a expresarse y actuar responsablemente sea una realidad. Sigue criticando al régimen dictatorial de Ortega y Murillo con gran determinación y espera algún día volver a Nicaragua a luchar por esos principios de libertad que tanto le han motivado. No ha sido fácil para él, pero sigue, y es un ejemplo para muchas personas.
¿Qué se puede hacer? Parece que las condenas de los países internacionales no sirven de mucho. Quienes viven dentro ya no actúan, por el terror a la brutal represión por parte del gobierno. Hay que seguir cerrándoles espacios a estos dictadores y continuar con insistencia alzando la voz contra esta y todas las dictaduras del mundo entero. Es urgente que estos países y su gente recobren su libertad y se reconstruya un verdadero estado de Derecho.