Publicado: Guatemala, 16 de agosto del 2024
¿Hasta dónde puede llegar la inconsistencia del gobierno actual? Jorge Jacobs explica cómo el Congreso, lejos de cumplir sus promesas de honestidad y austeridad, ha caído en las mismas prácticas que tanto criticaba.
Este miércoles amanecimos con la trágica noticia de que los diputados hicieron chinche casi Q14,500 millones, y lo peor es que lo hicieron utilizando estrategias similares a las del “pacto de corruptos” que tanto denostaban. ¡Cómo cambian las cosas! Definitivamente, no es lo mismo verla venir que andar con ella.
Atrás quedaron los baños de pureza. Atrás quedaron las acusaciones en contra de esos seres despreciables que solo andaban buscando cómo robarse el dinero de los tributarios. Pero ellos nunca lo van a reconocer. Ellos seguirán con el discurso de que no es para robarlo, como lo hacían los corruptos, sino para “invertirlo” en los más pobres. Por lo menos hay que reconocerles que son consistentes en algo: nunca dijeron que iban a gastar menos, sino que iban a gastar más. Y eso sí, lo están cumpliendo a lo grande. Los que tal vez sí se quedarán frustrados serán todos los ingenuos que les creyeron el cuento de que iban a recuperar el 30 por ciento —aunque empezaron por el 40 por ciento— que supuestamente se pierde en el gobierno por la corrupción. De eso, nada.
Pero volvamos al Congreso. Primero, cometieron una ilegalidad al interrumpir una interpelación para aprobar la ampliación presupuestaria. No me voy a meter a ese lío, porque indistintamente de los mil puntos de vista distintos que puedan tener los abogados, al final, lo que vale en Guatemala es lo que dice la Corte de Constitucionalidad. Esta, lamentablemente, desde hace décadas viene en decadencia y cada vez es menos respetable, dictando sentencias políticas en lugar de velar por la Constitución.
Luego de la interrupción, el presidente del Congreso, Nery Ramos, se transformó en un Allan Rodríguez cualquiera —la única diferencia es que está delgado—. Esa primera votación la dejó abierta durante más de hora y media, a la espera de negociar con suficientes diputados sus votos. Lamentablemente, en esta ocasión no estaba Aldo Dávila —nunca creí que lo iba a extrañar— para transmitir en vivo cómo el presidente se la pasó todo el rato pegado al teléfono, seguramente en las “negociaciones”. Los primeros 99 votos llegaron relativamente rápido, en nueve minutos. El siguiente costó 42 minutos, luego uno rápido de 3 minutos y nuevamente otros 42 minutos para el siguiente voto. ¿Qué pasó en ese tiempo? Solo podemos especular. Una vez conseguidos los suficientes votos para aprobar la ampliación, Ramos siguió en “modo Rodríguez”, sin dejar hablar a los diputados que se oponían a la ampliación, hasta que, pasada la medianoche, terminaron la aprobación de la ampliación.
Hubo muchos rumores acerca de qué se negoció para lograr esos primeros 109 votos. No me consta ninguno de ellos, pero lo que sí me consta son los cambios por “sustitución total” que hicieron los diputados esa noche a la ampliación presupuestaria. Destaca aquí una ampliación de Q200 millones en el aporte “extraordinario” a los Consejos Departamentales de Desarrollo (Codede) que, curiosamente, no fue repartida alícuotamente en todos los departamentos. Esperemos que alguien se tome el tiempo de hacer una comparación de los incrementos con los votos de los diputados distritales. Otro de los cambios de última hora fueron Q1,000 millones que se designaron para la “producción agrícola nacional”, pero que, curiosamente, la mitad fueron designados específicamente para compras que podrían estar relacionadas con algunos de los diputados de la nueva alianza oficialista.
Indistintamente de todo esto, considero un grave error que el gobierno quiera gastar mucho más dinero y, todavía peor, que los diputados se lo avalen. El dinero “extra” que están recibiendo de los tributarios no es para que lo somaten, es para que nos endeuden menos. Pero eso no le gusta a ningún político. Así como no lo hicieron en el gobierno anterior, seguramente tampoco lo harán en el actual.